Y se cumplieron
los pronósticos. Las mayorías absolutas desaparecieron. Y la izquierda tendrá
que pactar con la izquierda de la izquierda. Y la derecha podrá también pactar
con el centro. Y la derecha de la derecha se quedará sin pactos y sin nada. Y
el bipartidismo habrá mutado en un bipartidismo encubierto donde lo radical
tratará de hacerse hueco en una sociedad cansada de corruptos y ladrones. Pero,
¿no vendrán que buenos los harán?
El voto cayó en
saco remendado y ni siquiera el del señor Cayo volvió a pesar lo mismo. Los
grandes siguieron saliendo a la palestra para decir que todo había salido bien.
Alguna salió también para dar los últimos coletazos. Y otros, la coleta también
salieron a lucir. Por lucir, lucieron hasta las obras de mi pueblo. Gracias a
las elecciones, los niños tienen más parques donde jugar. Parques, que tendrán
que compartir y saber cuidar hasta que lleguen otros comicios, por lo menos.
Las esperanzas
de algunas fueron juzgadas por otras. Los calorets se enfriaron hasta quedarse
duros e incomestibles y para ser de la Ciudad Condal, una activista de calle no
la trató muy mal y llegó a la alcaldía rodeada de entusiasmo y buenas ideas.
¿Serán suficientes para poder cambiar las cosas? ¿Las cosas cambian? ¿Las
personas cambian? Los poderes cambian a las personas y mantienen las cosas
donde quieren que se mantengan. Y, amigos, sólo el poderoso caballero es capaz
de poner o quitar. Las ideas solo se han hecho fuertes con revoluciones y las
que empezaron en las urnas no terminaron bien. Ni para unos. Ni para otros.
Todos acertaron.
Hasta los que perdieron. Por supuesto los que ganaron. A la espera nos
quedamos del verdadero cambio que quizá haya comenzado. O no. Yo esta mañana he
buscado la app para votar con mi teléfono las siguientes reformas políticas y no la he
encontrado. ¡Iluso de mí!
David Álvarez
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